UAM: Casa abierta al tiempo, la cultura y el pensamiento crítico
Número 244
La UAM concibe a la cultura como una práctica en constante actualización y transformación: Yissel Arce
La cultura se empezó a considerar como un elemento clave para el bienestar de la sociedad: Eduardo Nivón

Desde su creación en 1974, la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) ha sido un faro de pensamiento, investigación y creación de comunidad, una tarea que ha sido posible gracias a sus funciones sustantivas, en particular, a su labor en la difusión de la cultura en México.
La Casa abierta al tiempo concibe a la cultura como una práctica en constante actualización y transformación, a partir de una perspectiva social y generadora de pensamiento crítico, así como del trabajo transdisciplinario para vincular los campos de producción artística, el desarrollo científico y el uso de herramientas digitales.
Para Yissel Arce Padrón, coordinadora general de Difusión de la UAM, la gestión y las políticas culturales deben partir de reconocer la heterogeneidad de la población en cuanto a lengua, formas patrimoniales, perspectivas sobre el territorio y la patrimonialización.
“En estos cuatro años la difusión cultural se ha revitalizado, ha ganado protagonismo y ha adquirido un nivel analítico que la pone a la par con el resto de las actividades sustantivas de la universidad. Lo que hicimos fue conceptualizar el propio trabajo de difusión cultural, más allá del correlato que se tiene en términos de labor dentro de la institución, nos planteamos trabajar un nuevo concepto de cultura, pensándola como un lugar de producción de conocimiento”, explicó.
Para la investigadora, es importante entender a la cultura como un concepto mucho más activo, algo que ha distinguido su gestión y el trabajo que se ha realizado desde esta Coordinación, para lo cual ha sido necesario crear vínculos más estrechos con las Unidades Académicas, otras instancias institucionales, con artistas y creadores dentro y fuera de la Universidad.
“La cultura es un lugar de producción, de conocimiento, de gestación, de pensamiento crítico y necesitamos que sea accesible, pues esta reconceptualización parte también de producir un vínculo más estrecho con la docencia y la investigación. Todas las prácticas culturales, foros, debates, presentaciones de libros, exposiciones, han tenido una relación muy reflexiva con las líneas de investigación y docencia de la propia universidad”.
Como un tema fundamental en la Agenda 2030 para y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), las Instituciones de Educación Superior (IES) pueden ser piezas clave para el desarrollo social, el cuidado ambiental, la creación de ciudades sostenibles y la promoción de la cultura de paz.
“Las universidades tienen que ser como faros, no únicamente esos espacios privilegiados donde se produce conocimiento; faros que revitalizan el saber, que pongan en discusión temas relevantes y aportan nuevas perspectivas sobre el conocimiento, con una horizontalización de las discusiones públicas y políticas fundamentales desde la actividad que realizamos cotidianamente que le den acceso a la comunidad”.
En tal sentido, refirió que la Universidad ha encaminado sus esfuerzos en diversas áreas para dar cuenta de esta diversidad, por ejemplo, en sus líneas editoriales –con colecciones como El camino de las agujas. Hilando feminismos, Trazos y Contextos y Biblioteca de Alteridades–, la creación de espacios como el Cineclub abierto en Casa de la Primera Imprenta de América –con programación de DocsMX, Festival Ambulante, entre otros–, la promoción de las artes escénicas –con el apoyo a certámenes como el Premio Nacional de Danza “Guillermo Arriaga”–, así como la amplia línea de exposiciones que enriquecen el ámbito gnoseológico y epistemológico, para que la discusión cultural puede adquirir otra potencia y perspectivas críticas.
“Hablando de la discusión cultural, creo que la UAM genera un gran impacto, como una institución que marca rutas, propone discusiones, revitaliza y renueva conceptos sobre la práctica artística. No se trata solo de producir análisis y acercar a la comunidad a los lenguajes artísticos en términos de apreciación, sino de producción de lenguajes, de materialidad creativa y de pensar al lugar de la cultura como un sitio de potencia, disruptivo y que permite incluso gestar la disidencia”.
Para Arce Padrón, hay cambios importantes y virajes que están aún pendientes, entre ellos, el que cada vez más la difusión de la cultura sea parte integral y obligatoria en los procesos de formación, así como el impulso de investigaciones en torno al arte como parte de los programas de docencia.
“El gran reto sigue siendo no pensar a la vida cultural de la Universidad y a la difusión como una especie de réplica o de transmisión del arte en abstracto, sino en producir el cambio y todas las planificaciones para pensarla como espacio de análisis, de reflexión y producción de saberes”, concluyó.
Un camino hacia el exterior
Aunque nuestra universidad no está en la primera línea de la difusión de la cultura, tiene centros importantes como el Teatro de la Paz, la Galería Metropolitana, el Centro Cultural Casa del Tiempo y la Casa Rafael Galván, espacios que deben proyectarse hacia el exterior y ampliar su impacto más allá de la comunidad universitaria, explicó Eduardo Nivón Bolán.
El investigador en el departamento de Antropología de la Unidad Iztapalapa, coincidió con la necesidad de tener al arte y la cultura dentro de los procesos de formación en esta casa de estudios, frente a la urgencia de crear vínculos con el exterior y la comunidad.
“Me parece que los vínculos con el exterior aún están muy diluidos, creo que hay un déficit en nuestras relaciones con el entorno, pues no estamos respondiendo a sus necesidades. La clave para este cambio está en la inclusión de profesionales de la gestión cultural para lograr que lo que se hace en materia de cultura dentro de la UAM pueda conectar con los barrios, ayudar a definir vocaciones y desarrollarse en los campos de las artes”.
De acuerdo con Nivón Bolán la ampliación de la democracia implicó el acceso a los bienes culturales, hoy vistos como un derecho humano, por lo que deben estar en el centro de las políticas de las universidades, al ser centros de formación integral de ciudadanos.
“La cultura se empezó a considerar como un elemento clave para el bienestar de la sociedad. La creatividad y la expresión creativa comenzó a ser parte de las aspiraciones del conjunto de la sociedad o sectores muy amplios, quienes reclamaron apoyo para lograr esto. Mejores ciudadanos saldrán mientras más sensibles sean a todo el proceso de la vida humana, y en ese proceso de la vida humana la creación artística es algo fundamental”.
En tal sentido, refirió que, aunque hay esfuerzos importantes, la labor de esta casa de estudios en materia cultural aún está muy ligada a su dinámica interna, pero es
necesario que se proponga una vinculación más audaz con lo que sucede al exterior y los programas que se están desarrollando en otras instituciones.
Sin embargo, reconoció, que uno de los mayores aportes de la Casa abierta al tiempo se da sobre programas de formación y en las áreas de investigación de las políticas culturales que cuentan con gran prestigio, ejemplo de ello es el Posgrado Virtual en Políticas Culturales y Gestión Cultural de la Unidad Iztapalapa.
Entre las figuras destacadas en este campo están, por ejemplo, Néstor García Canclini, Ana María Rosas Mantecón, Rodrigo Díaz Cruz, Ricardo M. Falomir Parker, Esteban Krotz Heberle, María Eugenia Olavarría Patiño, Natalia Radetich Flinich, entre otros.